miércoles, 11 de agosto de 2010

Barro tal vez

Y estabas arrodillado sobre cristales filosos
en la tierra recién mojada,
mirabas de reojo donde el cielo se junta con el agua,
entre dolores y espantos escuchabas, a una voz divina,
como alguien que acompañaba,
no era un ángel sin corbata,
ni las mismas rodillas que se desangraban,
era tu propia voz
que se reflejaba en las piedras manzas.
Solo escuchabas esa voz de esperanza,
bajo el cielo que marcaba
un horizonte de dudosa llegada,
donde en tiempo y distancia se mezcla con las turbulentas aguas.